CARTA ABIERTA DE HIJAS E HIJOS DEL EXILIO
Somos Hijas e Hijos del Exilio. Nacimos o crecimos en otro país a causa
del Terrorismo de Estado impuesto en la Argentina en la década del ´70.
Nuestros padres y madres fueron perseguidos políticos y se tuvieron que
exiliar porque sus vidas y las nuestras corrían peligro.
Desde pequeños sufrimos las consecuencias de un plan sistemático de
exterminio que logró imponer un modelo económico-político, dejando como
legado exclusión social, desigualdad e impunidad.
El exilio es una violación a los Derechos Humanos que coarta
violentamente el derecho a vivir y crecer libremente en tu propia tierra
y cerca de tus afectos. Se está forzado a irse del país, no hay
elección.
La salida de la Argentina, en la mayoría de los casos, implicó “irse con
lo puesto”, dejando la familia, el trabajo, las amistades. Desterrados,
muchos vivieron en varios países hasta que encontraron donde quedarse;
siempre añorando volver. Así pasaron los días, los meses y finalmente
largos años. Había que adaptarse a otro sitio, otra cultura y rearmar
una vida cotidiana sin pasado y sin historia.
Para nosotros la vida en el exilio fue criarnos lejos de la tierra de
nuestros padres y donde muchos nacimos, sin abuelas, sin tíos, ni
primos. Tuvimos que cantar nuevas canciones, cambiar de escuela y, en
muchos casos, aprender otra lengua. Nuestra historia transcurrió entre
el miedo y el silencio ya que debíamos callar la razón por la que nos
habíamos ido de nuestro país.
Crecimos añorando una tierra que apenas habíamos conocido. La Argentina
en muchos casos se reducía a un par de postales, anécdotas, olores y
sabores. Quienes nacimos afuera o nos fuimos de muy pequeños, conocimos
al resto de la familia sólo por fotos, casettes, cartas o visitas
ocasionales. Quienes nos fuimos más grandes vivimos junto a nuestros
padres el duelo de extrañar a todos los seres queridos y la propia
cultura.
El regreso al país, con la apertura democrática, no fue fácil. Para
algunos fue imposible. Resultaba duro tratar de encajar en una sociedad
llena de prejuicios e indiferente a la peor pesadilla de nuestra
historia. Fue difícil adaptarse a una sociedad que no podía, no quería o
no sabía contenernos y que, incluso muchas veces, nos acusaba de
habernos ido. Llegamos a una Argentina que no nos esperaba.
La vuelta que vivimos muchos de nosotros implicó un nuevo desarraigo.
Porque al llegar a la Argentina, dejamos el lugar donde habíamos crecido
o nacido. Llegamos a la Argentina como “extranjeros”.
El exilio partió en dos nuestras vidas: somos argentinos, pero también
de México, España, Venezuela, Italia, Brasil, Holanda, Suecia, Francia,
Nicaragua y muchos más. Y esto nos dificulta echar raíces.
En diferentes momentos de nuestra vida algunos nos sentimos o decidimos
finalmente “ser argentinos”. Otros nos quedamos en los países que nos
refugiaron. Y algunos más, aun continuamos buscando un lugar de
pertenencia.
Todos transitamos en mayor o en menor medida la condición de ser “el
otro”, el “bicho raro”. Crecimos en los países que nos albergaron
sintiéndonos diferentes. Quienes regresamos a la Argentina continuamos
siendo “el otro”. Nuestras vidas han estado signadas por ello: siempre
fuimos la persona extraña, la que no encaja.
Durante varios años pedimos justicia por las desapariciones, torturas,
secuestros, apropiación de niños y asesinatos, así como juicio a los
represores y a sus cómplices. En muchas de nuestras familias también
ocurrieron estas atrocidades. Estas violaciones a los Derechos Humanos
eran más urgentes para denunciar y repudiar. Así, el exilio y sus
consecuencias fueron relegados como si se tratara de una violación
menor, sin mayor importancia; pero tantos silencios y omisiones no
borraron las heridas.
Después de tanto tiempo, creemos que ya es hora de hablar de todo lo que
nos pasó y nos pasa. La dictadura devastó a toda la sociedad y aún hoy
seguimos sufriendo sus consecuencias. Todavía no tenemos la dimensión
del daño social que provocó. Es por eso que, 30 años después, siguen
emergiendo las secuelas de lo siniestro.
La necesidad de reflexionar y procesar esto que sentíamos
individualmente, en soledad, motivó nuestro encuentro. Hoy, hijas e
hijos de exiliados nos empezamos a reunir y a hablar de nuestras
historias con otros y otras que pasaron por la misma experiencia,
descubriendo por primera vez un espejo en el cual nos reflejamos.
Durante años cargamos con una marca que nos diferenciaba del resto,
ahora nos reconocemos en esta diferencia.
Somos hijos de una generación arrasada. Hombres y mujeres que trabajaban
para construir una Argentina mejor para todos, más justa y solidaria.
Nuestros padres nos enseñaron valores e ideas donde lo esencial era un
proyecto colectivo que incluya a todos, un proyecto de país basado en la
justicia, la solidaridad y el respeto por la dignidad humana. Esos
ideales son la herencia de nuestros padres; en tanto el dolor, el
desarraigo, el sentimiento de no pertenencia, el desgarro, son la
herencia de la dictadura militar.
Hoy nos unimos por la construcción de la identidad, la justicia y la
memoria colectiva. Necesitamos contar nuestra historia y queremos que el
exilio, se trate como lo que es: una violación a los Derechos Humanos.
Sabemos que hay más hijas e hijos de exiliados viviendo en Argentina y
en otros países, los invitamos a que se sumen a esta propuesta.
¡EXILIO NUNCA MÁS!
Contacto: hijosdelexilio@yahoo.com.ar
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